sábado, 10 de diciembre de 2011

Recuerdas? 2ª Pt.

Salí de la ducha aun secándome, tan solo con los pantalones, que me había puesto a toda prisa a causa de que alguien llamaba insistentemente a la puerta.
De camino pasé por delante de la cocina y me fije en el reloj que allí había colgado, aun era demasiado pronto para ser quien yo estaba esperando. Pero tampoco me sorprendí al verte por la mirilla de la puerta.
Allí estabas, plantada delante la puerta aplastando el timbre como si quisieras dar la voz de alarma por una guerra nuclear, con una sonrisa de oreja a oreja, era la segunda vez que te pasabas por casa y la segunda vez que llamabas de esa manera, tenías puesta una camisa blanca y unos pantalones negros, solo te faltaba el maletín para parecer una abogada o una mujer de negocios.
Mientras te miraba me di cuenta de que tu sonrisa iba en aumento, algo me dijo que sabías que yo te estaba mirando, pero esperé un poco mas para ver que se te ocurría.
Entonces como si me estuvieras leyendo la mente, miraste de un lado a otro mientras te mordías un labio, te soltaste el pelo, lo sacudiste para que recuperara su habitual volumen y desabrochaste uno de los botones de la camisa dejando a la vista un escote muy generoso. Se me caía la baba al verte así vestida, tu pelo se deslizaba por tus hombros como si nunca hubiera estado atado, incluso un par de mechones largos tenían la desfachatez de acariciar tu escote ante mis ojos, tu los retiraste y miraste a la mirilla, sabias que estaba allí plantado, sufriendo como me merecía por hacerte esperar.
Abrí la puerta y me quedé mirándote:
-Llegas temprano- Dije, -A que se debe?
-Mi...ma...dre como estas...- respondiste sin quitarme los ojos de encima.
-Tía tienes que perdonar pero estaba en la ducha, tu forma de llamar al timbre... bueno, no me dio tiempo a ponerme mas.
-Ni falta que hace- dijiste mientras te acercabas a mi, entonces tus labios encontraron a los míos y empezaste a jugar con mi lengua, una de tus manos se enredó en mi pelo aún mojado mientras la otra acariciaba mi espalda. Desde el cuello bajaste y bajaste hasta donde la espalda pierde su nombre, reías mientras me mordisqueabas el labio inferior, tu mano se metió en mis pantalones y, al no encontrar ropa interior bajaste con la que aún jugaba con mi pelo por mi pecho hasta llegar al ombligo, sabiendo lo que querías hacer me aparté de ti:
-Sera mejor dejar el postre para después de la cena, no crees?
Respiraste hondo e intentaste ordenar un poco tu melena, con la que yo había estado jugando mientras casi me arrancabas los labios a mordiscos:
-Si, quizás tengas razón- Y mostraste una vez mas tu sonrisa.
Me explicaste que querías ayudarme a hacer la cena, que no querías que cada vez que nos viéramos fuera yo el que cocinara, querías demostrar que tu, también sabias cocinar.
Y justo cuando me apartaba para dejarte pasar, me entró la curiosidad por saber en que habías venido, saqué la cabeza por la puerta y entonces lo vi: un Mini Cuper del 93, todo en blanco, con llantas negras.
-¡La madre que me parió!- dije saliendo al jardín donde estaba tu coche.
-Ya sabía yo que te iba a gustar- soltaste mientras me seguías explicándome lo que le habías hecho al coche.
-Tiene el motor original pero tuve que restaurarlo, al igual que casi toda la tapicería, lo único que no toqué fueron la chapa y las llantas, que si pinté por motivos estéticos.
El coche estaba impecable, en el techo tenía pintada la bandera británica en blanco, negro y gris, los faros antiniebla eran a mayores y eran cromados. La tapicería era de color crema, y se notaba que era nueva.
-Un trabajo soberbio.- Dije mientras daba mil y una vueltas al coche.
-Gracias, me costo muchísimo encontrar un volante original, tenía instalado uno de competición, de hecho, todo el coche estaba preparado para circuito, lo compré por una miseria y poco a poco fui restaurándolo- me contabas con ilusión mientras a mi se me caía la baba al mirarlo- empecé por desmontar el motor pieza a pieza y cambiar todos los componentes que estaban rotos o dañados, casi tiene un motor nuevo, después me puse con la tapicería, que era inexistente, pero encontré unos asientos en un desguace y pude tapizarlos, eligiendo yo el color como puedes imaginarte, ya que no sabía de que color eran en realidad.
Estuviste contándome todo durante un buen rato, el tiempo voló mientras repasabas todos los pasos de como aquel mini abandonado se convirtió en una preciosidad digna de ser expuesta en un museo.
Un escalofrío me bajó de las nubes, yo tenía muy poca ropa y el tiempo empezaba a refrescar, en la tele habían dicho que una tormenta se acercaba, quizás hoy si acertarían con las previsiones.
Entramos en casa, y mientras yo me vestía tu te quedaste en el salón rebuscando entre mi colección de cd´s a ver si tenía algo que te gustaba. Estaba acabando de vestirme cuando sonó una canción a todo volumen, una guitarra sonaba y entonces el gran Billy Idol empezó a cantar Dancing with my self, a mi se me escapó una sonrisa al imaginarte bailando como loca en mi salón con esta música, me apresuré a ver si era cierto lo que me estaba imaginando, pero ni estabas bailando, ni estabas en mi salón.
Oí ruido en la cocina, así que me acerqué con cuidado, y te vi con mi delantal, echando un vistazo a lo que te tenía preparado, te giraste y con cara de felicidad dijiste:
-Lo flipo contigo, eres todo un chef!
-Anda no fastidies que tampoco es tan complicado, por lo menos te gusta?
-Pues si, me encanta, como tenías pensado servirlo?
-Pues ya que no es una sorpresa, como lo quiere la señorita?
-Y si me sorprendes? se lo que es, pero no como lo piensas cocinar, sorpréndeme anda, y no te cortes.
Antes de ponerme a cocinar preparé un par de copas, había ido a comprar jack daniel´s para ti esa misma mañana, recordaba que la noche que nos conocimos era lo que estabas bebiendo, mientras, te dejé relajándote en el salón yo me escapé a la cocina para preparar la cena.
Para cuando acabé de cocinar tu ya habías puesto la mesa, solo tuve que servirla y nos sentamos a disfrutar.
Al principio nadie dijo nada, yo estaba esperando a que me dijeras que tal estaba, pero me di cuenta de que te gustaba solo con verte comer, tenías cara de estar disfrutando de la cena.
-Está riquísima-Dijiste rompiendo el silencio. -No puedo creer que seas tan buen cocinero.
-Bueno bueno, que no es para tanto, pero lo cierto es que le dedico tiempo a practicar.
La conversación fue animándose y antes de que alguno de los dos hubiera acabado su plato estábamos riendo a carcajadas, contando anécdotas y bromeando.
El postre era lo mejor, había comprado un haagen dazz de frutas del bosque en tarro para poder compartir. Nos fuimos al salón, pusimos algo de música y nos sentamos en el sofá a comernos el helado, habíamos cenado ligero, y teníamos pensado acabarnos todo el helado.
A medida que el helado iba a menos la conversación se animaba, la distancia entre tu y yo era menor hasta que dejaste el helado en la mesa, te tomaste el ultimo trago de tu copa y me soltaste un: -Que le den al helado, quiero mi postre y lo quiero ya.- Al principio me quedé un pensando, pero entonces te acercaste a mi, y besándome, me tumbaste en el sofá, tu pelo caía sobre mi frente y una de tus manos acariciaba mi pecho.
La tormenta arreciaba, pero nosotros nunca lo supimos. En nuestra versión de una segunda cita estuvimos a mil y un kilómetros de cualquier lugar.