sábado, 10 de marzo de 2012

Souvenir

Iba caminando por la calle sin rumbo, contando los adoquines que pisaba o contando los farolillos  de papel que colgaban de algunos restaurantes, la noche aún era joven, pero yo tenía un hambre atroz.
Después de media hora de deambular por las calles de Gion, la esperanza de comer algo típico de allí se había escapado  de mí como se escapa el aire de un globo al que no le das un nudo. Me conformaba con fideos o sushi en un puesto ambulante, lo que fuera con tal de comer algo.
Era increíble que en un país como aquel, a nadie se le ocurriera poner los menús en ingles, teniendo en cuenta que esas calles eran muy visitadas por turistas occidentales. Igual se pensaban que todo el mundo habla japonés, ni que eso fuera España, que todos nos pensamos que todo el mundo habla español.

Sin saber muy bien que hacer continué caminando, no quería cenar en un McDonald’s  o cualquiera restaurante de comida rápida, esperaba encontrar un restaurante que tuviera alguna letra en ingles, o algo como: English menu. Entonces mis penas se acabarían, podría disfrutar de una buena comida y volvería al hotel dando un paseo largo para disfrutar todo lo posible de esa parte del mundo que solo ves en películas o lees en libros.
Decidí sentarme un rato en unas jardineras que hacían esquina, me dolían los pies y las rodillas, había caminado cerca de una hora desde el hotel solo para llegar a Gion, allí, había caminado otra media hora mirando restaurantes y puestos de comida con la esperanza de encontrar un sitio donde me entendieran aunque solo fuera un poco.
Desde donde yo me encontraba lograba ver unos cuatro restaurantes y dos puestos de comida. Con el hambre que tenía decidí intentarlo en esos, y en caso de fracasar me marcharía a  un seven eleven y punto, un par de sándwiches para matar el hambre y seguiría paseando por la ciudad.

Lo primero era dejar claro que no hablaba el idioma, y eso era relativamente fácil, cogí la mochila, saque la libreta donde tenía apuntado varias cosas en japonés y busqué: Eigo ha wakarimasu ka?- Entiende el ingles?
Era lo único útil que tenía en la libreta, esperaba encontrar algo mejor, pero antes de emprender el viaje nunca sabes en que situaciones te vas a encontrar, y definitivamente esta no era una que yo me hubiera imaginado. Eso me produjo una gran decepción, ya no resultaría tan fácil como yo me creía al principio.
Mi plan consistía en entrar y soltar mi frase, en caso de que no hablaran ingles, suponía que alguien podría darme un menú en ingles, si eso no ocurría saldría del establecimiento y repetiría la operación con todos los restaurantes de aquella esquina y con los dos puestos de comida.

Mientras estaba dando vueltas al asunto noté que alguien se sentaba a mi lado, y eso me pareció raro por varias razones, la primera era que en Japón la gente no suele sentarse en la calle, aunque fueran unos bancos, no era normal, en todo el tiempo que estuve allí nunca vi a nadie sentado, incluso los pocos bancos que vi, solo vi a turistas occidentales, y la segunda razón era la cercanía de esa persona, se supone que si dispones de tres metros de jardinera para sentarte no escoges sentarte a escasos veinte centímetros de alguien, en los aeropuertos era donde mejor podías verlo. En las salas de embarque, cuando la gente va llegando, nunca ves que nadie use asientos contiguos, siempre se dejan algunos vacíos entre unas personas y otras, y eso me parece normal.
Pero en este caso no, y eso me estaba llenando de curiosidad.

Intenté no mirar, y tuve que concentrarme en lo que estaba haciendo dado que los restaurantes tienen una hora de cierre y el tiempo se me escapaba de las manos, pero la presencia de esa persona era algo inusual, no había dicho nada, cosa que era normal dado que no había que ser muy listo para darse cuenta de que yo no podía hablar el idioma, pero tampoco había hecho ningún movimiento, y tras unos minutos la paranoia empezó a apoderarse de mi con la certeza de que me estaba mirando.
Tras notar la primera gota de sudor en mi frente me rendí, la curiosidad me pudo y miré.
Lo que vi me sorprendió más de lo que nunca nadie se hubiera imaginado. No me había equivocado, me estaba mirando y no hacía nada por esconderlo. Tenía el pelo largo, fino y muy liso de un color negro tan oscuro que casi se camuflaba con un cielo carente de estrellas. Tenía unos labios finos que al sonreír dejaban al descubierto una sonrisa preciosa.  Era delgada e incluso sentada, tan alta como yo o un poco mas.
Tenía puesto un vestido rojo que dejaba ver unas piernas largas y esbeltas que terminaban e unos zapatos de tacón que iban a juego con el vestido.

Es de suponer que me pasé mucho tiempo mirando sin decir nada porque fue su dulce voz la que me sacó de mis pensamientos:
-Fijo que yo puedo ayudar- dijo con un inglés sin acento al que yo intenté responder con toda naturalidad del mundo. Esperaba que mi desconcierto y mi alivio de poder hablar con alguien no se me notara demasiado en el tono de voz.
-Pues si te soy sincero, espero que si puedas.
-Que sepas que mi ayuda tiene un precio- Sus palabras sonaban con un tono juguetón que sus ojos acentuaban mas aún si era posible.
-Bueno, que precio tiene tu ayuda?
-Eso dependerá de lo que me pidas, no crees?
-Cierto, muy cierto- Dije con toda la tranquilidad que pude- Intento cenar en un restaurante local, pero el problema es el idioma, y no veo nada que indique que tienen menú en inglés.
-Bien, eso me pareció- Dijo al tiempo que golpeaba con el pulgar en los labios y fruncía el cejo- Mi precio en ese caso será de tu gusto: Tú me invitas y yo seré la traductora. Sales ganando de todas todas: compañía y traductora todo por un módico precio.
No pude evitar que se me escapara una sonrisa al pensar que era todo una broma, o que una adorable chica estaba flirteando a lo loco con migo en la otra punta del mundo, todo eso me parecía extraño, pero decidí no oponer resistencia.
-Bueno mujer, acepto de buena gana tu oferta, pero que quede claro que te hubiera invitado aunque no hicieras de traductora.
Se puso de píe y con algo parecido a la timidez me dijo:
-Digamos que fue lo primero que se me ocurrió- Me tendió la mano y me hizo señas para que la siguiera.

Minutos después entramos en un restaurante cogidos de la mano, no nos costó elegirlo porque parecía que coincidíamos en gustos culinarios. En cierto modo me hacía gracia que encontrara a alguien tan afín al otro lado del globo. Nos comportábamos como si lleváramos toda la vida juntos, al principio me resultó raro ir de la mano, pero ya que estaba lejos de todo decidí dejarme llevar y a los pocos minutos de sentarnos dejé caer algún piropo que pareció gustarle.

Cenamos un poco de todo lo que salía en el menú y nos bebimos mucho sake entré los dos, charlamos de cosas sin importancia y nos conocimos un poco. Hacia el final de la noche intimamos mas de lo que yo me esperaba, pero como es de imaginar, quizás era el sake o quizás era que estábamos a mas de once mil kilómetros de nuestros hogares, podían ser las dos cosas mezcladas y con un poco de soledad añadida a la formula todo cuajó en una noche inolvidable.

Cuando en el restaurante se decidieron a echarnos ya habíamos repasado nuestras vidas un par de veces, habíamos reído como críos y llorado como viudas desconsoladas, habíamos hablado de todo y de nada y casi que no nos importó que con la hora que era no quedara ningún sitio a donde ir. Nos sentamos en las mismas jardineras donde empezó la noche. Me quedé un rato contemplando las estrellas, era raro mirar al cielo desde la otra punta del mundo y ni siquiera darte cuenta de si estabas mirando las mismas estrellas o no. No era capaz de reconocer nada de lo que veía, y eso hizo que me sintiera mal por nunca prestar atención a lo que tenía en casa, nunca me había fijado en el cielo donde yo vivía y ahora no podía compararlo al que estaba viendo- No puedes reconocer ni una a que no?- Su dulce voz interrumpió mis pensamientos con una suavidad a la cual no pude dejar de sonreír:
-Te importaría no leerme la mente?
-Bien, he dado en el clavo, eso me gusta, intentaré hacerlo una última vez.
-A que te refieres?-Pregunté mientras dejaba de mirar al cielo y la miraba a ella, justo en el momento en que sus labios dejaban un dulce sabor en mi boca.

Minutos mas tarde fuimos a su hotel, y allí pasamos toda la noche despiertos, no recuerdo haberme quedado dormido ni oír que ella se marchara, pero si recuerdo que a la mañana siguiente me desperté solo en una cama gigante en una suite de un hotel de Kyoto.
Al darme cuenta de que ella no estaba en la habitación decidí bajar a recepción para saber si había dejado una nota o cualquier cosa que pudiera indicarme donde se había metido.
El recepcionista me estaba esperando con una notita que recitaba lo siguiente:

Gracias por una velada inolvidable, y por el mejor souvenir que nadie me ha dado nunca.
Nunca te olvidaré

PD: esta todo pagado, disfruta.

Firmaba con un garabato que era imposible de descifrar. Nunca supe su nombre, pero ese detalle no empaña ninguno de los recuerdos que dejó grabados a fuego en mi mente.